jueves, 18 de noviembre de 2010

Con la Constancia de la Naturaleza...

No sé si se han dado cuenta, pero muchos de nosotros nos hemos quejado o hemos escuchado a alguien que se queja de que un árbol ha destrozado su banqueta, o que quizá ha cuarteado parte de su casa... esta historia no es nueva y se da con mas regularidad de lo que pensamos.

Muchas de las banquetas de la ciudad o de la calle por donde diario transitamos están echas garras por culpa de algún árbol.

Pero pensemos un momento... ¿es culpa del árbol? si somos sinceros, sabremos que no es así; la culpa la tenemos todas y cada una de las personas que no hicieron nada por controlar el crecimiento de eses árbol, él solo hace lo que tiene que hacer, tratar de vivir de la manera en que puede y como puede. Sus raíces se hacen fuertes y mas grandes en la búsqueda de su alimento el agua y de los nutrientes de la tierra, sus ramas crecen a el cielo y hacia todo su horizonte tratando de adquirir mas rayos de Sol que le permitan respirar para hacernos respirar.

No le importa que a diario pase un vehículo de transporte público y arranque con desprecio lo que a él le ha costado tanto esfuerzo crear como es una de sus hojas o algunas de sus ramas, al contrario, aprende que, o hace las ramas mas altas, o simplemente crece para otro lado y aún así, no deja de crecer hacia ese lado, para ver si en alguna oportunidad le permiten crecer.

Nosotros, por el contrario, siempre buscamos cualquier pretexto para dejar de pelear, de crecer. Nos damos por vencidos a la primer barrera contra la que damos, con el primer tropiezo que nos topamos.

Nos jactamos de poder controlar nuestro entorno; podemos convertir desiertos en oasis, podemos hacer desiertos lo que antes fueron bosques y planetas azules en planetas grises. Todo con la convicción de que lo podemos remediar, porque así es nuestra naturaleza, lo dejamos a nuestras ganas de mejorar, de cambiar.

Pero ¿por qué no hemos aprendido de la sabiduría de lo que creemos dominado? por qué no aprender que nada es para siempre, pero que mientras que exista o existamos hay que crecer, quizá lento, pero seguro. Que no hay paso mas importante que el primero, pero mas que eso será, la constancia con la que lo mantengamos. Que es mejor un paso que dure y no un trote que canse.

No podemos jactarnos de algo que no hemos aprendido a observar, que no conocemos a conciencia. Preferiría jactarme el día que he aprendido a crecer a la par de un árbol y entender que no hay nada mas importante en la vida que ser constante en ella.

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