Mi Nuevo Corazón...

Hace algunos meses cerca de donde yo trabajaba, estaban haciendo unas nuevas vías de acceso, por lo mismo, había muchas desviaciones que me obligaban a entrar en una plaza para salir del trabajo; la verdad es que siempre batallo al comprender lo lento que avanzan las obras y lo mal que a final de cuentas salen, pero en esta ocasión -como en muchas otras- no hay nada que hacer.

Un día como muchos otros, paso por esa plaza y me detengo en la esquina esperando el semáforo, veo como se acerca una Tarahumara y me dice "Kórima" mientras me muestra una canastita por la ventana; siempre me ha dado pena decir que no -lo admito- pero entiendo que es mas el daño que les hago que el bien que les provoco. Con pena en mi cara, agachando la vista, digo que no mientras hago la seña con la mano, de pronto, veo como una pequeñita salta de la acera con una gran sonrisa, no ha de tener mas de 4 años, me mira, sonríe, mientras estira la mano... todo cambia... le sonrío mientras pienso "¿qué haces aquí?"; todo niño tiene el derecho divino de ser feliz y que su infancia se mezcle entre tierra, juegos y amigos, y tu... "¿qué haces aquí?", por qué te toco jugar entre concreto caliente, semáforos, humo de carros, calles transitadas y no en verdes parques, sobre tierra mojada, bajo la sombra de un árbol o en una noche estrellada.


Veo como lentamente recorre vehículos a mi alrededor y no puedo evitar que una lagrima se me quiera escapar, no entiendo muchas cosas a mi alrededor pero tampoco puedo entender como es que ella teniendo "tan poco" pueda ser tan feliz.


Hay cosas que me duelen mucho, cosas que antes no dolían, digo entre broma y broma que me he vuelto "jotillo" pues no puedo evitar que ciertas cosas me den ternura. Supongo que tiene mucho que ver mi Ángel adorado, que me ha mostrado otra cara de la moneda, me ha hecho mas sensible a lo que pasa a mi alrededor, me reclama que no me quede quieto, que piense en algo, que busque estar mejor, que me obliga a desear el bienestar de los demás, que me doblegue ante una sonrisa y que unos ojos tiernos me llenen de dolor.


Que hubiera dado porque esa pequeña niña me hubiera compartido de su felicidad, tomarla entre mis brazos y que ella me mostrara todo lo maravilloso que se ve el mundo desde sus ojos; que se esparciera como enfermedad entre las personas a nuestro alrededor, de tomar su mano  y decirle que estaremos mejor.


No cabe duda que la clave es ser feliz, no con lo que nos rodea sino con lo que llenamos nuestro corazón...