Cada que llueve para estas fechas me acuerdo de ti amigo; no porque sea algo triste sino todo lo contrario, me acuerdo estando contigo buscando la aventura del día, ya fuera en casa de algún amigo, en algún billar o simplemente en las famosas mecedoras -de aquellos tiempos- del hogar.
Puede ser un día como muchos otros para algunas personas, para tu familia quizá triste por tu ausencia, pero para mí es un día especial porque celebro tu vida, quizá corta, pero llena de muchas risas, abrazos y muchísimos recuerdos… hoy sería tu cumpleaños.
No cabe duda de que nos haces mucha falta y de vez en cuando vienes como recuerdo, como anécdota, incluso en sueños. Hubo ocasiones en que en ellos te veía, mi parte consciente decía que no era cierto, incluso hasta llegue a despertar con la idea de que la pesadilla era que no estabas y que por la tarde/noche llamabas para hacer planes. Con el tiempo estoy aprendiendo -me gusta creerlo- que de vez en cuando vienes a visitarnos y preguntar si todo va bien y te veo tranquilo al saber que así lo es.
Cada que llueve te imagino que has hecho una buena amistad con Dios y que al más leve descuido de San Pedro, tomas sus llaves y sales de puntillas por las puertas del Cielo para darnos una vuelta mientras cierras por fuera en tu ausencia -no sea que se vayan a salir-. Nunca se te complicó hacerte de nuevos amigos, así es que has hecho de algunos santos tu nueva pandilla… eres todo un tremendo mi “muchacho alegre”…
Así es que espero que desde donde nos ves, estés celebrando en grande incluso ahora con la compañía de tu hermano que por X o Y razón los han reunido nuevamente, pero ahora desde otro lugar en primera fila… Estamos bien amigo, aún te extraño y no creo que eso pase nunca, pero vete preparando para cuando volvamos a estar juntos -cómo ya te dije… dentro de muchos, muchos, muchísimos años más- para cantar, reír y gritar las grandiosas canciones que son parte de nuestro repertorio de vida.
Cada que llueve deseo que todos a los que conociste en vida podamos hacer las pases con nuestros propios demonios, con ese egoísmo que aún te mantiene -de mala manera- atado a nosotros, que podamos hacer las pases con lo que consideramos “destino” y podamos entender el por qué de tu ausencia…
Cada que llueve, silenciosamente salgo a la calle y dejo que la lluvia caiga en mi rostro y se acumule suficiente para que corra a mi boca, para así constatar que -al menos hoy- llueve whisky en la ciudad…