Hoy la válvula de escape puede ser cualquier que tengas a mano o qué asumas que alguien te da, sin ser necesariamente ésta la intensión. Nos ofendemos, porque queremos, porque lo necesitamos. Más allá de la búsqueda de un enemigo, es para poder voltear a otro lado y dejar de ver el reflejo en el espejo de nosotros mismos. De no tener la capacidad de ser autocríticos.
Qué pena que hoy en día, cuando más medios de comunicaciones tenemos, es cuando menos nos comprendemos, tanto como sociedad, como a nosotros mismos.
Puede ser que la pandemia nada más acentuó lo que ya veníamos cargando desde hace mucho tiempo, quizá no fue más que el detonante de todo lo que no hemos sabido manifestar en su momento. Puede ser…
Pero más allá de si lo que escribo puede ser mal interpretado, tengo miedo de que lo tomes personal y no por mí -todo lo contrario-, sino porque no pretendo lastimar al ya de por sí lastimado corazón de quien se ofenda.
Sé que puedo argumentar que no es esta mi intensión para liberarme de culpa y que ello es una buena defensa. Pero hoy más que nunca necesitamos de empatía y no podemos ir por la vida diciendo que “una cosa es la que escribo y otra como lo entiendes”, sino entender que una cosa es la que escribo y otra es como te hice sentir y eso me mantiene preocupado.
Debo de ser más reflexivo a la hora de hacer, lo que quiero hacer sin dejar de hacerlo. Ser justo en si mi intención es o no hacerte -o hacerlos- reflexionar, pero no por ello dejar -o no- de liberar lo que pienso en mi cabeza, en mi corazón, porque más allá de querer ofender… es un ejercicio para poderme -a mi- liberar y eso si que lo haré con toda la intensión…
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