De pequeño recuerdo que mi mamá me hizo aprender este poema para recitarlo para mi abuelo; no muy contento y de buen modo lo aprendí junto a mis hermanos.
Luego con él, participe en secundaría junto con otros compañeros en un concurso de poesía, ganando algo de puntos en la materia y con mis maestros -jaja-.
Son de esas cosas que se quedan y forman parte de ti... ahora a la distancia... no nada mas lo veo sino que también lo vivo, no nada mas lo aprendo sino que también lo sufro, ahora... no nada mas lo comprendo sino también lo comparto.
Gracias Papá por todo lo que me has dado y por lo que no, gracias por tu tiempo y tu esfuerzo, por tus desvelos y enseñanzas... gracias por estar ahí para mi y para mis hermanos.
Eres un hombre valiente... te quedaste... no te fuiste al primer descontento con mi madre, al primer tropiezo en la vida, al primer error que cometí, al primer desaire que te provoque. Gracias por estar para mi y mi familia, por el soporte que espero que nunca me falte, por las enseñanzas, pero sobre todo.... gracias por siempre darme lo que necesitaba y no lo que quería...
Mi Padre
Yo tengo en el hogar un soberano
único a quien venera el alma mía;
es su corona de cabello cano,
la honra es su ley y la virtud su guía.
En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fe con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.
La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.
Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como Cristo el Tiberíades,
de pie sobre las horas encrespadas.
Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.
Me ha dicho: «A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al más ligero soplo se deshoja.
»Haz el bien sin temer el sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.
»Si eres pobre, confórmate y sé bueno;
si eres rico, protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado.
»Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»
Este código augusto, en mi alma pudo,
desde que lo escuché quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.
Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!
La nobleza del alma es su nobleza,
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.
Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.
Quisiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
estos dignos de su nombre sean.
Juan de Dios Peza
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