martes, 18 de agosto de 2020
Una novia, un par de amigos y un perro…
Consejos para comprar un coche…
Consejos para comprar un coche…
1.- Ve si las condiciones físicas del mismo te gustan, el amor nace en lo que ven nuestros ojos, pero puede ser engañoso, así es que presta atención…
2.- Ve el interior del mismo; es la segunda etapa, no todo es tan evidente, pero toma en cuenta los desperfectos que pueden ser arreglados de inmediato como una buena limpieza y detecta cuáles desperfectos te pueden llevar mas tiempo y dinero, como una tapicería en mal estado.
3.- Si consideras que le “sabes” a la mecánica pues escucha como se comporta al encenderlo, sino eres bueno, pues lleva a uno que te recomienden, uno que sea de tu confianza o ya de plano, lleva a tu compa o hermano del alma que dice que si le sabe, así por lo menos ya tienes con quien compartir la culpa de una mala decisión. Recuerda… el motor no sé ve, pero es lo más importante del vehículo.
4.- Analiza si la inversión corresponde al servicio que esperas de él; no puedes comprar un carro si necesitas transportar cosas, así como una camioneta no es para transportar almas, lo puede, pero no es cómodo para ellas.
5.- Si el presupuesto va a acorde con tus finanzas, date cuenta que, al menos en México, éste tipo de transacciones no son muy avaladas y no recibirás ayuda legal porque todo se arregla con un “es que eso hubiera pensado antes” al tratar de resolver una diferencia con el anterior dueño.
6.- Si ya de plano estas de necio y de armado y a “huevo” lo quieres, pues va! Dátelo… te lo mereces.
Pero…
Si no te gusta como se ve… no te gusta como esta al interior… como funciona lo que lo mueve… tu inversión no va a acorde con lo que esperas de él… y que sabes que nadie tiene mas que tú la culpa de haberte puesto como objetivo adquirir ese vehículo a pesar de todos los anteriores puntos… NO TE COMPRES ESE PINCHE CARRO PARA LUEGO ECHARLE LA CULPA A TODOS LOS PINCHES PRESIDENTES ANTERIORES POR LA INEPTITUD QUE ESTAS MOSTRANDO AL NO SABER LA RESPONSABILIDAD DE LO QUE ESTABAS ADQUIRIENDO!!!
Perdón… hablábamos de un coche. Por su atención, mil gracias…
Bob...
Bob…
Es probable que Bob supo mas de la vida que muchos de nosotros…
De vez en cuando lo descubría viendo al cielo, respirando, como apreciando el viento; alimentándose de Praná quizá, era común verlo como en trance, como disfrutando el hoy, el ahora, eso solo lo hace quien tiene otro tipo de vivencias, otro tipo de vida, otro concepto de Dios.
Bob, era de esos que salía de casa con toda al actitud, no miraba hacia atrás, solo miraba el camino que tenía al frente al atravesar el marco de la puerta; no he conocido nadie que lo haga con esa certeza, certeza que a veces yo intento y quiero emular…
A veces Dios pone en tu vida a ciertos personajes que dejan huella, enseñanzas y aprendizajes; la vida es la mejor de las escuelas, una que te cobra cada que te equivocas, pero que te hace mas sabio conforme vas avanzando, siempre y cuando prestes mucha atención a los pequeños detalles, porque esos son los que la conforman.
El buen Bob, siempre fue un buen compañero, se preocupaba por mi; cuando me acompañaba a correr me alentaba a seguir adelante; en las peleas en las que me vió participar, siempre se ponía en medio, evitando que las siguiera; en las noches deambulaba por la calle, tratando de velar mi sueño por las calles.
El pequeño Bob, era una de esas almas que rejuvenecía cada que salía en busca del destino, cada que algo le dolía, salía a robarle minutos al tiempo; no le importaba a noche o el día, nunca es tiempo suficiente para encontrarte a ti mismo y a tu destino.
Un día pensé que se había perdido, que el mal tiempo me lo había quitado; pero supongo que tuvo que ir mas lejos a robar mas tiempo, a rendir algunas cuentas que le dieron mas saldo para mas vivencias; después de algunas semanas, veo como es que se asoma por la reja, como quien dice “hey, qué haces?”… salí corriendo, lo llame por su nombre, él con sus ojos cansados trato de reconocer a su amigo de parranda, quizá no por su imagen, pero sí por su olor, el olor de casa, el olor de una amistad muda y de una amistad acompañada.
Mi pequeño Bob… se fue un día, un buen día en mi cumpleaños; al principio no lo entendí, pensé que era una mala broma del destino, pero hoy… después de mucho tiempo, entiendo que él cumplió con acompañarme ese día, con su último aliento, con su vista ya casi nublada, pero con sus oídos y olfato mas puestos que nunca, mas vivos que de costumbre, supongo que sonrió y con un último suspiro dijo adiós…
Bobito… espero que hayas tenido una excelente vida a nuestro lado, del mismo modo que tu fuiste una excelente compañía en la mía…
Quién te pregunto...?
Quién te pregunto…?
Primero que nada tengo que hacer dos declaraciones; la primera tiene que ver con las medidas de seguridad… obvio las avalo y las recomiendo, así es que lo siguiente no tiene nada que ver con la “desobediencia” de la misma; dos… simplemente es una comparativa de como es que vivimos las cosas las generaciones conforme va pasando el tiempo, cada una de ellas cuenta con sus propias características y debemos de verlas y juzgarlas como tal.
Así es que dicho lo anterior…
Voy por la carretera en mi bicicleta, disfruto del viento y el aire que entra y sale de mis pulmones, me siento algo aterrado, asoleado y sudoroso… en verdad que me siento muy bien. Desde hace algunas semanas atrás un amigo nos hizo la invitación para realizar otro tipo de actividades en grupo y salir un poco de la rutina de cada jueves o simplemente agregar un tema más para el fin de semana y anécdotas a la vida. Así es que nos dimos a la tarea de fuera como fuera, atender al llamado cada fin de semana.
Ha sido una maravillosa mañana, todo en calma y vamos de regreso; para estas horas del día, mucho más personas comienzan, están o terminan sus rutas semanales a montaña o en carretera; cada quien arma como mejor le place el recorrido con su grupo.
En un trance especial, propio del momento, vengo en lo mío… pienso en el día, es mi semana, en si hice o no bien en el trabajo, en desayunar un par de gorditas y un refresco en la primer fonda que encontremos y en tomar un buen baño llegando a casa, fue un buen día...
De pronto alguien grita desde el carril contrario; es un niño, veo que suelta los cuernos de su bici andando y golpea su casco con ambas manos. Al principio no lo entiendo, era como ver a un “gorilita” golpear su pecho, me “saqué de onda”, luego, después de un segundo, entendí… me estaba señalando que yo no contaba con un casco para la ocasión, sonrío y lo saludo.
No lo sé… obvio entiendo que es importante traer un casco, aunque soy de una generación en la que las medidas de seguridad valían gorro a lado del regaño que te daba tu mamá al llegar con los pantalones rotos, una bicicleta descompuesta o un balón ponchado. Soy de una generación que se crío en los lotes baldíos, en las casas en obra negra, con clavos oxidados y raspones en las rodillas; de los que al no haber balón lo armábamos con bolsas dentro de otras bolsas hasta que conseguíamos la sensación adecuada del “balón”, de los que jugábamos con un bote de “frutsi” entre la horquilla y la llanta para que emulara el sonido de una moto, mientras subíamos y bajábamos montones de tierra en las construcciones de la colonia; jugué a salir del salón corriendo a tocar la pared de en frente evitando que el profesor se diera cuenta; a la “trae” con niños y niñas; a ver que había en la bodega de la primaria… en fin, jugué!
En mis años de infante, no había muchas medidas de seguridad, quizá nuestro Dios era mas grande o unos padres mas desconsiderados, no lo sé; tengo pocas marcas en las rodillas, pero eso no significa que no me haya caído, quizá solo tuve mucho mas cuidado, producto del miedo de llegar a casa sucio y con el pantalón roto; tuve que poner mas atención sobre las llamadas de atención de mi “sexto sentido” que me advertía de donde si y de donde no meterme; no lo sé… quizá mi Dios era mas considerado y nosotros mas silvestres.
Creo que me hubiera gustado tener la edad en ese momento de aquel niño para resolverlo todo como lo hacíamos cuando lo era yo... él al hacer el gesto de golpear su casco, yo le hubiera respondido “quién?”, él hubiera dicho “quién qué?” a que -hábilmente- yo hubiera contestado “quién te pregunto…?” y eso, en mis años, siempre terminaba o en sonrisas o en un punta final a una discusión a la que no estabas dispuesto a nutrir.
Pero aprecio el gesto a quien con un gesto de superioridad que da la basta experiencia, se preocupa por mi salud física y mental, muchas gracias niño donde quiera que estés, solo que considero que era mas peligroso soltar los cuernos de tu bici al llamarme a mi la atención… ;)