Busco entre los pasillos la fila que presenta menos personas a la espera de ser atendidas, checo entre sus manos o en su carrito la cantidad de objetos o cosas que llevan para saber si avanzará o no rápido en la misma.
Tomo un turno en la cola que me resulta mas conveniente; poco después pienso si en seguir en ella, pues al parecer la persona que esta en la punta es una de esas que saca sus datos para facturación, quiere algún otro trámite, hace transacciones vía celular en ese mismo instante o pregunta a su contador mediante el móvil como es que debe pedir la factura... decido esperar, pues no tengo mucha prisa a pesar de que no me gusta permanecer mucho en lugares con mucho movimiento.
Debido a los espacios que se han marcado entre personas en las filas, la verdad es que si es un poco confuso pues parece que ciertas filas son mas cortas, pero luego descubres que la fila esta también en los pasillos y que es producto de ese espacio entre ellos que no alcanzas a distinguir el fin de la misma.
Una abuelita mira desconcertada cuál es la fila que debe de tomar y decide ponerse detrás de una persona que al parecer no estaba formada y que solo venía acompañando a una que si lo estaba, como no queriendo toma un lugar delante de mi y se apresura a pagar; yo no digo nada, pues al ver que solo lleva un objeto no pienso que pueda tardar mucho, me preocupa un poco la gente que viene detrás de mi porque quizá a ellos si les moleste el que haya permitido que alguien se meta en la fila y los pueda retrasar, decido que si ese es el caso, salirme de la fila y decirles que la señora toma mi lugar y que yo me puedo formarme nuevamente, pero gracias a Dios no es así.
Las nuevas generaciones podrán jactarse de lo bien que se han adaptado al mundo que les tocó vivir, con un manejo innato de los aparatos electrónicos de nueva generación; pueden surfear entre celulares, tabletas y demás dispositivos que estén a su alcance, pero no podrán con la sabiduría con la que esa mujer cuenta jamás... mientras los demás a su alrededor aún discuten entre la incredulidad y la soberbia sobre la veracidad de las medidas que se toman y tomarán con la actual pandemia, llevando consigo un cubre-boca, limpiando sus manos con gel antibacterial para luego por la noche (hipócritamente) ir a una reunión con amigos en un jardín de alguno de ellos, mientras corren por no saber qué hacer, que no hacer, que tocar y que no tocar, esa mujer tiene muy claro que habrá un mañana...
... entre sus manos no lleva otra cosa que una flor en una maceta.
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