martes, 19 de febrero de 2019

A la sombra del Padre...



A la sombra del padre…

Aquel hombre de campo, se pasaba impaciente de un lado al otro de la habitación; esperaba noticias de la partera que había llegado 2 horas antes ese día, traía entre manos algunos juguetes que desde hace ya semanas había comprado en su típica vuelta semanal al mercado mas cercano; era una pequeña bolsa de tela con algunas canicas, un trompo de mezquite y una resortera que él mismo había elaborado con la navaja que siempre cargaba en el bolso. Obviamente, él esperaba un varón.

Fiel a los usos y costumbres de la familia y de la comunidad, el primer hijo tenía que ser varón; había imaginado ya pasado el tiempo, él pequeño lo acompañaría en las labores del campo, pasearían de vez en cuando a caballo por los alrededores, incluso como se sentiría orgulloso al saber de sus travesuras en aquel pueblo. Él era toda ilusión.

Para algunas personas el entender o sobrellevar las extrañas lecciones que te puede dar la vida es mas complicado que para otras y esta no era la excepción…

El hombre extiende una gran sonrisa cuando ve salir de la habitación a aquella asistente de la vida en aquel pueblo. Ella al saber de la idea en general de los hombres en la localidad, solo alcanza a esbozar una sonrisa a medias y dice entre dientes “ambas están bien”. Aquel hombre no entendió la expresión en un primer instante y a grandes zancadas entra en la habitación, para descubrir a su esposa con su frente llena de sudor, sus ojos aún entre sollozos y un pequeño bulto entre sus brazos.

Al acercarse ante ella pudo sentir esa punzada en el pecho que te dice que algo no esta bien, que algo no salió de acuerdo al plan original.

  • Mi amor -dijo ella-, te presento a Alejandra, tu hija…

El hombre incrédulo, poco a poco se acerca hacia ellas, solo por la curiosidad de que eso fuera cierto y constatarlo por él mismo.

  • Es una broma ? -pregunta.
  • No - responde ella.

Aquel hombre siente como toda la emoción que antes sentía, ahora es ocupada por un gran peso sobre sus hombros; no entiende muy bien todo lo que le estaba pasando en tan solo un par de segundos, de pasar de la euforia a la desolación que siente ahora mismo.

  • No dirás nada? -le pregunta.

Él se inclina hacia ambas, toca la cabeza de la pequeña, besa la frente de su mujer y deja sobre la pequeña mesa a lado de la cama, aquellos juguetes que eran para su ilusión acabada de perder, camina hacia la puerta, toma un machete recargado sobre la silla, recoge un morral colgado de un pequeño clavo sobre la pared y solo alcanza a decir “tengo mucho que hacer” mientras cruza la puerta.

La mujer derrama un par de lagrimas, al entender la decepción de su marido, quizá no la comparte, pero saber del pesar de él pues la había visto y sabido de familiares y conocidos de la localidad. 

Hay ciertas cosas que no necesitan ser platicadas o darles tantas vueltas. Aquel hombre se hizo a la idea sobre su hija, no se volvió a hablar sobre el tema de tener mas familia, pues el hombre entraba en pánico con la simple idea de volver a tener otra hija, era un riesgo que no quería correr. Ella tampoco presiono las cosas, pretendía entender el sentir de su marido pues en algunas platicas había escuchado de la burla que él recibía de los amigos y de lo que comentaban a sus espaldas la mujeres del lugar. No pudo ofrecer otra cosa más que acompañarlo en silencio.

Al poco tiempo notó algunas cosas extrañas en su marido, si bien es cierto que el día laboral comienza casi de madrugada en el campo, él sale un poco antes y por las tardes regresa un poco más tarde de lo habitual. Ella, pregunta como no queriendo sobre la situación a lo que él simplemente respondió “me ocupo, deberías hacer lo mismo”.

Así pasaron días, semanas, meses y años; la pequeña poco a poco comenzó a crecer y la relación entre ambos, padre e hija, no fue excepcional; de vez en cuando al caminar por la plaza, él la tomaba de la mano y se ponía un poco reacio siempre que le daba los brazos como señal de que quería que la cargara o cuando la llegaba a poner sobre sus hombros; la mujer siempre esbozaba una pequeña sonrisa al pensar que su hija, sin querer y sin saber, estaba de poco a poco hablandando el corazón maltratado de su padre. Las sonrisas desaparecían al llega a casa. Mal entraban por la puerta, él salía por la misma. Ella pregunta…

  • A dónde vas?

Él contesta

  • Me ocupo, deberías de hacer lo mismo.

Ella entra en cólera con la respuesta, pero trata de tranquilizarse y entenderlo mientras piensa “no debo de presionarlo, aún lo esta procesando”, entiende que es complicado arrancar de raíz ciertas como de la mente como una mala hierva, que el corazón de un hombre no es como el de la mujer y que ella es quien debe de ser la fuerte para los tres.

Transcurrieron así los días, los silencios dicen mucho y para aquella mujer el desapego que sintió de su marido le fue creando fantasmas, fantasmas que comen el corazón de las personas. La comprensión que hasta hace poco le había ayudado a soportar todos esos complicados años, ahora daba paso a la incertidumbre. 

“Por qué sale tan temprano y regresa tan tarde, por qué siempre dice que esta ocupado, habrá alguien mas?”

Aquella tarde ella espera sentada a la mesa de su humilde comedor, toma entre sus manos una taza de peltre que contenía algo de café que sinceramente no le sabe a nada, ha pasado toda la tarde tratando de controlar sus celos y la furia que le provocan.

Al fin y después de minutos que parecieron horas, aquel hombre aparece por la puerta, deja un pequeño morral en el clavo de siempre, deja recargado su machete y pala y se quita el pañuelo que cubría su cuello; saluda con un pequeño ademan y camina para tomar un vaso con agua del cantaron que estaba sobre la mesa.

  • Cómo te fue?
  • Muy bien -contesta él
  • De dónde vienes?
  • Del viejo camino
  • Hoy por la tarde me encontré a tu compadre camino a los campos, me dijo que tuvieron un problema con la bomba y que habían decidido entre todos dar tiempo para que el técnico la arreglara. Dónde estabas?
  • Ocupándome mujer, deberías hacer lo mismo.

Ella por fin rompe en llanto y le cuestiona alterada.

  • Sé que no te di un hijo como hubieras querido y que tienes miedo de que tengamos otra niña, pero ella te adora, es buena niña, va bien en la escuela y siempre que puede me ayuda en la casa. He tratado de comprender tus emociones todo este tiempo, sé que no te ha sido fácil, pero creo que no merezco esto, por favor, no mas silencios, me estas engañando?

Le desconcertó un poco el rostro del hombre ante la pregunta, no sabe bien a bien cómo interpretarla. Al parecer él se ve un poco sorprendido a lo que ella deduce que se siente descubierto y acorralado. Él camina hacia la puerta a lo que ella le dice.

  • No, no me dirás que tendrás cosas que hacer para salir por esa puerta.

Él toma el morral y lo acerca a la mesa, de él saca un par de limones y una naranja y le dice…

  • La naranja es dulce, pero al limón le faltó agua.

Ella no entiende la relación con la pregunta y ahora es ella quien no entiende nada.

  • Es tarde y estoy cansado, mañana por la mañana hablamos.

Ella piensa que es una forma sutil de darle largas al asunto pero no dice más al estar procesando todo lo que pasaba por su mente, las reacciones de ambos e imaginar el más cruel de los desenlaces… él la estaba engañando.

Así es que se queda sentada ante aquella mesa hasta largas horas de la noche, hasta que el miedo y coraje dan paso al sueño provocado por el cúmulo de emociones de ese día. Va hacia su cama y tiene un último ataque de ira al verlo a él dormido tan tranquilo, como si nada hubiera pasado, pero piensa “mañana hablamos…”.

Al día siguiente ella se levanta algo asustada, pues producto de su desvelo se había quedado dormida y había que llevar a la niña a la escuela; se apresura al vestirse mientras piensa que aquel hombre no le había llamado, quizá había salido muy temprano para poder evitarla y darle largas; cuál fue su sorpresa que la niña ya se encontraba desayunando algo que el padre le había preparado… “jugo de naranja y huevos revueltos” dice el hombre, “perdón, pero ésta no es mi cancha”.

Le ofrece plato y vaso mientras acomoda la silla para que ella se siente.

  • Solo date prisa que llegaremos tarde a la escuela.

Ella no sabe que decir pues hasta ese día, él nunca había preparado el desayuno y llevado a la niña a la escuela.

  • Te vi muy cansada, así es que decidí que descansaras un poco mas; toma tu jugo, como te dije ayer, están muy dulces las naranjas.

Aún desconcertada por todo lo que pasaba piensa “se sentirá culpable?”, mientras toma un sorbo al vaso con el jugo, “quizá me quiere distraer… pero tiene razón, la naranja es muy dulce”.

Salen de casa con niña en mano, esta vez el padre no lleva ni morral, ni herramienta, solo una pequeña mochila al hombro que le pertenece a su hija. Por el camino saluda amable a quien se va topando, ríe cuando le dicen alguna broma por lo inusual de la escena; hoy parece que nada le molesta.

Al llegar a la puerta de la escuela, él se pone de rodillas, le da un beso a su hija y le dice “te amo, quizá nunca te lo digo, pero eres la razón de mis esfuerzos”, luego la abraza. 

Al salir de la escuela se topa con Don Tomas, el conserje del lugar, ambos se saludan amablemente y quedan en verse la próxima semana como de costumbre. Ella sigue pensando que si por la noche quizá le habían cambiado al marido y le agrega un pensamiento mas “desde cuándo conoce a Don Tomas? si yo apenas lo saludo”.

Él la toma de la mano mientras le dice “vamos a platicar”, ella siente que el corazón le deja  de latir por unos segundo y piensa que quizá es el principio del fin.

  • Tomamos el camino viejo?

Ella asiente, pero se le hace que últimamente sale mucho al tema aquel rumbo; emprenden el camino.

  • Sabes, debo de decir que desde que nació la niña, cambiaron muchos de mis planes, seré sincero, yo deseaba un niño.
  • Pero…
  • Por favor, no me interrumpas, permíteme explicarte. Si, yo deseaba un niño, pero no por las mismas razones que creo que piensas. Cuando no casamos, me propuse tener dos hijos, un niño y una niña y no… no por el hecho de que el varón fuera el mayor. Si, imaginé a un niño que me ayudara a cuidar de su madre, que fuera fuerte de carácter, que compartiera mucho conmigo, pero que fuera capaz de desafiarme por defender a su madre de ser necesario. Un niño que entendiera la severidad de la situación si es que un día llegara yo a faltar y él tuviera que quedarse a cargo. De muchas formas los niños son mas simples, ello me hubiera ayudado a tomar confianza con mas familia. En cambio, una niña es delicada, es blanco de muchas cosas que maneja nuestra comunidad; juega otras cosas, cosas que desconozco y ello me da mucho miedo.
  • Es esa tú molestia?
  • No, no entiendes, soy yo quien falló.
  • Por darme una hija?
  • No, por no estar preparado para tener yo una niña. Ven, te gustaría sentarte aun poco? Recuerdas éste tronco?, esta aquí desde que yo tengo memoria; recuerdas que de jóvenes, cuando regresábamos de la escuela siempre hacíamos aquí una pequeña pausa?
  • Si, el camino siempre se hace largo bajo los rayos del sol.

Es entonces cuando ella se da cuenta de lo mucho que el lugar había cambiado desde entonces; ese viejo camino es el mas cercano a la escuela secundaria, aunque también es el mas incomodo, es por ello que ahora utilizan el nuevo, que aunque rodea un poco, es mas cómodo y también conecta con el poblado vecino.

  • Como te explique, imaginé muchas cosas, solo que el orden no fue el que yo había planeado, así es que tuve que hacer muchos ajustes. Dime, no notas nada diferente?

Ella hace una comparación mental de lo que recordaba de aquel camino con lo que ahora esta viendo, si nota diferencia, pero no entiende a qué se refiere… él le dice “espera un poco”, camina algunos metros y de un naranjo toma uno de sus frutos, regresa y se lo ofrece.

  • Como te dije, es muy dulce…


Es entonces cuando ella cae en la cuenta; la pala, el machete, el morral, las salidas temprano por la mañana, los regresos tarde por las noches. Se levanta de aquel tronco de un salto, va tras él dando de a poco algunos pasos… de pronto lo nota; una columna de árboles que van desde la salida del pueblo y se pierden rumbo a la escuela a lo lejos. Una pequeña lagrima cae por su mejilla y se topa con una sonrisa que también hace acto de presencia.

  • Mi idea era que el niño un día me ayudara a hacer un mejor camino por su hermana y en el proceso para él, pero como te dije, me cambiaron los planes. Por éste camino ella podrá ir y venir a la sombra de éstos árboles, algunos son frutales; el conserje es quien me ayudo a conseguirlos es por eso que lo conozco, espero que con eso responda a la cara de duda que pusiste cuando lo saluda hoy por la mañana, nos quedamos de ver de vez en cuando para que me ayude a podarlos, como recompensa lleva limones y naranjas, no necesita de mi permiso, están a la vista de todos, pero se toma la molestia de pedirme permiso. Lo complicado fue regarlos recién plantados, de ahí en más, fue sencillo.

Aquello distaba mucho de ser sencillo ante los ojos aún atónitos de la mujer.

  • Me imagino a mi hija caminar por éste sendero, tomar algún fruto, sentarse sobre éste tronco, tal cual lo hicimos hace mucho tu y yo, no lo sé, quizá enamorarse y crear bonitos recuerdos ante la sombra que le pueda dar su padre con su trabajo en este viejo camino.

Ella lo abraza, no puede decir nada.

  • Te lo dije muchas veces, me estaba ocupando… hoy te puedo decir abiertamente; las cosas no salieron como yo lo había planeado, pero no hay día en que no te agradezca por darme a mi pequeña; me disculpo, quizá confundiste mi preocupación con indiferencia o no supe bien a bien como manejarlo. Nunca me preocupó por lo que llegaba a decir la gente, pero decidí sonreír nervioso solo para darles algo de gusto y así dejaran de molestar al lograr su objetivo. Si sirve algo de consuelo, doy gracias a Dios que se parezca físicamente a ti, lamentablemente tengo que decirte que ojalá se parezca a mi en el carácter, no lo sé, quizá un día ella también decida plantar un árbol. 








Para algunas personas el entender o sobrellevar las extrañas lecciones que te puede dar la vida es mas complicado que para otras y esta… esta -gracias a Dios- si fue la excepción.

Aquella niña no solo planto un árbol, también se dió el tiempo de llevar de la mano a la escuela a su pequeño hermano que nació mucho tiempo después... el amor siempre rinde frutos.


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