Así es que ahí estaba yo… en medio de una gran multitud, tratando de armar ese gran rompecabezas de conocidos, familiares y amigos; todo era confuso, gente que me da palmadas mientras pasa a mi lado, gente que levanta la mano a lo lejos y yo trato de identificarlos, mientras otros mas me jalan para que los abrace.
De pronto -y sin querer- doy con la mesa en la que están tus familiares; al principio saludo lo mas amable que puedo, solo tratando de disimular que desesperadamente busco el momento para preguntar por ti, por saber si es que ya llegaste o si acaso vas a venir. Sigo atendiéndolos mientras de reojo sigo buscándote entre las mesas o en la pista que -obviamente- esta al centro del salón.
Me disculpo con la excusa de que tengo que seguir atendiendo mas invitados y saludando a quien va llegando al lugar. Subo por las escaleras y me quedo en la cúspide de ellas, solo para tener un mejor panorama del lugar y seguir con mi desesperada búsqueda.
Mi familia me llama pues han llegado mas familiares y a pesar de que lo hago de mala gana accedo, pues finalmente creo que no llegarás.
La música suena de fondo, nada estruendoso, pues permite las charlas y risas de todos los invitados; todo un mundo de gente que aprecia mi familia.
De pronto te veo entre las mesas, te ves hermosa -como siempre-, disimuladamente te hago la seña de que necesito hablar contigo y solo atinas a hacer “ahorita” con un gesto en tu boca y una seña de mano.
La desesperación empieza a invadirme, pues creo que no tendremos tiempo para charlar como quisiera, como necesito… Nuestra relación siempre ha sido extraña, sabemos del cariño que siempre hemos tenido el uno por el otro desde que tenemos memoria; muchas risas, muchas anécdotas han sido testigo, solo que el destino y su cruel sentido del humor no nos pusieron en sintonía a pesar de que ambos queríamos y de que ambos -quizá- lo necesitábamos.
Te sigo viendo como zigzagueas entres mesas un poco a propósito, pues notas mi desesperación por estar contigo. Así es que sonríes alegremente y sigues con la tarea que te has propuesto… desesperarme mas.
Es entonces cuando lo notas… después de algunos giros a propósito entre mesas y de saludar a quien conoces y salir huyendo al siguiente saludo, notas que ya no voy tras de ti. Ahora eres tu quien me buscas entre mesas y por el camino que has dibujando en el salón de reojo, no me encuentras…
Volteas hacia la base de las escaleras y es cuando la ves a ella…
Notas que me dice algo al oido y después se dirige hacia la puerta; en su camino pasa a tu lado, pero tu solo te quedas viendo que me quedo inmóvil y viendo hacia ti. Camino lentamente -por fin- a tu encuentro. Trato de hilvanar alguna palabra, pero solo atinas a sacudir el hombro de mi saco, me acomodas el moño y me dices “que guapo te ves… anda, te están esperando”, pero tus ojos se ponen llorosos y mi garganta se hace un nudo.
Camino a paso acelerado hacia la puerta y al cruzarla tengo un último arranque y volteo hacia ti, con tus ojos tristes, pero sonriendo me dices “anda”.
Salgo a la explanada fuera del salón, primero a pasos lentos que poco a poco voy acelerando, me quito el moño del cuello y también el sacó, remango mis mangas y me pierdo en la calle con una gran sonrisa en mi cara, acompañada de una lagrima por lo que dejo detrás…
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